09 octubre 2009

indumentaria

30 abril 2009

'¡Ay nanita!': Cuando la psicosis nos alcance

El pasado jueves 23 de abril los medios de comunicación nos 'recetaron' un comunicado de prensa emitido por nuestro insigne secretario de salud, en el cual suspendian las clases a nivel local. Ante la sorpresa de miles de capitalinos el sueño de niños y adolescentes se hacía realidad: no había clases por una 'contingencia'. Enorme sería la zozobra para miles de padres de familia que debían planear con quien dejarían 'encargado' al chamaco para ir a trabajar. Superado el conflicto se topaban con una que otra persona 'enmascarada' y la noticia de que al parecer las cosas se estaban poniendo feas. Todo ante el asombro de la gente que difícilmente podía pronunciar correctamente al causante de la contingencia. 'La influenza por virus porcino' se convirtió en el léxico capitalino en 'la influencia porcina'. Los periódicos tenían por encabezado 'Se suspenden las clases' y de boca en boca se pasaba la voz con la pregunta ¿qué no será otra chupacabras?

Los días del 25 y 26 de abril quedaron en la memoria de los capitalinos como el fin de semana que no paso 'nada'. La paranoia se territorializó y las calles del Distrito Federal estuvieron más despejadas, incluso que en la recien concluida Semana Santa. El tema central de los medios de cominicacion era la influenza, que indistintamente ocupaba parte de las conversaciones familiares. Grande fue nuestra sorpresa al enterarnos que los dos principales 'entretenimientos' dominicales serían sin público, pues los oficios divinos serían televisados y un par de partidos de futbol soccer, la segunda religión nacional, se jugaría a puerta cerrada. El miedo fue subiendo de tono al especularse que no era un distractor político, como a los que nos tienen acostumbrados, sino que esta ves iba en serio. El público se dividia principalmente en crédulos y escépticos, sin faltar uno que otro en el franco 'despiste'. Pues claro, de tanto gritar '¡ahí viene el lobo!' cuando llega no todos lo creen.

Cual fue mi sorpresa el lunes cuando al encaminarme a mi trabajo a las 6:30 a.m., me topo con una ciudad desierta. No exagero, entré a la misma hora el Viernes Santo y juro que había más autos, y para alguien que llega en bicicleta a su trabajo los autos son algo que no pasa desapercibido. La gente estaba infectada de miedo, con síntomas parecidos: 'cubrebocosis', incremento en el numero de decibeles al hablar del tema, falta de concentración, especulación, extrema higiene, etc. Por un momento juré que si no morian de gripa al menos si lo haría de un infarto. La Placa de Cocos nos hizo el favor de incrementar el nivel de estrés, pues un sismo de esos que tanto aterran a este 'defectuoso' lugar, se sintió dejando un poco más de terror en los ya 'siscados' capitalinos.

La frase 'se esta acabando el mundo' acompañada de alguna apreciación personal se hizo escuchar de boca de los más afectados por la epidemia de histeria colectiva. Restaurantes cerrados, taxistas con guantes de latex, 'microbuseros' con cubreboca, el teclado de mi pegajosa computadora del trabajo con olor a cloro, jabon sin diluir en el despachador del baño, mamás quejandose por que no saben donde poner a sus hijos, fueron solo algunas de las situaciones que dejaban claro que algo andaba mal. No era la influenza en si, sino el miedo de la gente que agotó la dotación de cubrebocas de la ciudad en 48 horas.

Por extraño que parezca, el hecho de que nos receten nueva informacion frecuentemente, aunado a que ya le pego tambien a los 'yunaites' ha calmado un poco la histeria. Pero no falta la anécdota del cuñado, de la prima, del yerno, de la tía política de la hermana de Nabor, el de la orquesta, que esta hospitalizado. La cosa esta en que nada se ve claro, pues para variar sabemos que las cifras positivas las inflan y las que otras las enflacan, digo para que no se vean tan feas.

En fin nos espera un puente indisfrutable pues no se recomienda salir, los más peques de la casa se 'chutaron' un día del niño insípido pues hasta las caricaturas eran cortadas por información federal, los meseros se amarran el cinturón pues no hay propinas, los maestros se pican los ojos, mientras el resto salé a 'perseguir al bolillo', eso si todos con las manitas bien limpiecitas y cubrebocas, aunque sea el mismo que compraron el sabado.

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